Han transcurrido 225 años desde que el inglés Edward Jenner (17 de mayo de 1749 – 26 de enero de 1823) administró la que se considera la primera vacuna de la historia, sin embargo existen prácticas más antiguas asociadas a la idea de inmunidad y en el siguiente contenido te las vamos a contar.
Esta historia se remonta al siglo X, cuando médicos chinos experimentaron tomando material de las pústulas de los afectados de viruela para inmunizar a otros. La inoculación o variolización, inyectar por vía subcutánea polvo de las costras de los enfermos, se practicó durante siglos en China, India y África antes de llegar a oídos de la Royal Society a comienzos del siglo XVIII, pero sin generar gran interés.
Desde mediados del siglo XVIII se tenía la idea de que las personas infectadas con la versión bovina de la viruela quedaban inmunizadas contra la enfermedad humana. En 1796 se vacuna por primera vez a un paciente, un niño de ocho años.
El pequeño no enfermó al ser expuesto después a la viruela. En el siglo XIX se obtuvieron vacunas contra bacterias muertas. A comienzos del XX se encontró el modo de atenuar los patógenos tratándolos con métodos físico-químicos o mediante pases sucesivos en cultivo.
En 1955 se alcanzó uno de los mayores hitos en la historia de las vacunas: la vacuna contra el polio, la cual fue creada con un virus inactivado que elimina el riesgo de los patógenos atenuados. El desarrollo de la ingeniería genética en los años 70 y 80 abrió el camino a una nueva generación de vacunas sintéticas, desde aquellas que utilizan proteínas u otros componentes, hasta las que emplean vectores recombinantes.
El último gran salto tecnológico comenzó a gestarse en los años 90, y consiste en introducir en el organismo las instrucciones, en forma de ARN mensajero (ARNm), para que sea el propio cuerpo el que fabrique su vacuna, el antígeno que estimula la respuesta inmune.
